Cómo gobernar tu nevera en tiempos del coronavirus (cocina de aprovechamiento)

Jueves 2 de Abril del 2020

Gtresonline

Las compras compulsivas por la alarma del coronavirus habrán dejado el brócoli en el supermercado (mal hecho, es uno de los alimentos más sanos que existen), pero también han llenado caóticamente muchas neveras de productos como verduras que... ¡ay, tienen una corta vida! ¿Y puede jorobar más que en estos tiempos que se te estropee comida en el frigorífico? Pues no. Así que aquí van unos cuantos consejos para plantarle cara al caos 'neverístico'.

1. Ordena

A ver, sinceramente, así, sin abrirla... ¿sabrías decirnos que contiene ahora mismo tu nevera? Seguro que aunque tengas en mente algunas cosas, otras las has olvidado por completo, estarán en el fondo de tu mente y del cajón de las verduras. Salsas que has usado una sola vez, restos de platos cocinados que almacenas con la idea de recalentar, algo que nunca haces... Así que, lo primero: pon orden en el cuartel alimenticio. Utiliza cada estantería con un criterio de caducidad. Las verduras tienen su sitio claro pero ¿y lo demás? Coloca lo que hay que comerse pronto más cerca de la vista y lo que aguanta más, en las baldas superiores (a menos que seas muy alto/a y te venga mejor hacerlo al revés, claro). Saca de la nevera todo lo que no necesite frío (latas de atún, conservas de verduras sin abrir...). Con una panorámica clara, tomarás mejores decisiones.

2. Haz una lista de menús basada en la caducidad

Una verdura comprada hace cinco días, un bote de conservas vegetales ya abierto, y por supuesto, carnes o pescados deben tener prioridad. Si organizas los menús de la semana, o por lo menos los de los próximos tres días, te será mucho más fácil no desperdiciar comida. Pégalo con un imán en la puerta de la nevera, no lo fíes todo a tu memoria, que ya sabes, es muy frágil.

3. Ante la decadencia inevitable, ¡actúa!

Un desastre de nevera, donde nada está donde debería.

Un desastre de nevera, donde nada está donde debería.

Es más fácil conservar algo cocinado que algo fresco que inicia su inexorable decadencia. Porque algo cocinado lo puedes congelar (salvo si se trata de arroz o de patatas, ambos pierden mucho al congelarse) o puedes fabricar con ello una conserva ... Con algo podrido, evidentemente, no puedes hacer lo mismo. Bueno sí, puedes hacer compost para las plantas de tu terraza, pero esa es otra historia, y no viene a cuento.

4. Es un buen momento para hacer conservas

Imagina que te has pasado comprando tomates. Sí, esos 'seres' que parecen estar en plena forma hasta que de repente empiezan a perder su maravillosa tersura y no te apetece nada comértelos. Vale, pues puedes guardarlos en conserva y que te duren meses. ¿Cómo? Muy fácil. Primero tienes que esterilizar unos botes de cristal con tapa de rosca. Los lavas muy bien con jabón y los pones a hervir en una olla grande cubiertos de agua, media hora. Luego los sacas con unas pinzas y los pones a secar sobre un trapo limpio y seco. Lavas los tomates y les quitas el pedículo con un cuchillo afilado. Ahora con ese mismo cuchillo (mejor si tiene un poco de sierra), le haces a la piel un suave corte que rodee todo el tomate desde el pedículo (como si fuese un meridiano) y luego otro. La idea es dividir la piel del tomate en cuatro cuadrantes para que luego sea muy fácil pelarlos. Calientas una olla con agua y metes los tomates. Y en cuanto veas que la piel empieza a levantarse de las esquinas de los cortes, al cabo de un rato (¡el agua no puede hervir, que se te cuecen!) sacas los tomates y los pones en una fuente de agua con hielo. Pelas los tomates y los metes en el bote que has esterilizado con un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra. Hay que intentar que quede el menos aire posible en el bote, sin por ello destrozar los tomates. Una vez lleno el bote al máximo, lo cerramos muy fuerte y lo ponemos en una olla alta, tan alta que el agua pueda cubrir el bote por completo, a hervir durante otra media hora. Y tachán. Luego lo dejas enfriar, y ya tienes la conserva hecha. Lo mismo puedes hacer con un guiso o con lo que quieras.

5. Poner en común los restos pequeños.

Mucho de lo que se desperdicia son sobrantes de comidas previas o pequeñas piezas: una loncha de jamón que empieza a secarse, medio calabacín, una cebolla que abriste en el Pleistoceno Superior. Lo mejor es atajar la situación poniéndolo todo en común. Una buena fórmula, muy buena, por cierto, es la del wok. Tengas o no tengas wok (que, por cierto, es un cacharro de cocina de lo más recomendable). Córtalo todo en trozos pequeños y echa ese popurrí al wok o a una sartén profunda. Remueve a menudo, sin permitir que las verduras se pongan blandengues. Sazona con curry o con lo que tengas a mano. Y ya te has quitado de encima las sobras.

6. Consigue un recetario especializado en el tema

El mejor salvavidas culinario que puede venir en tu ayuda ahora mismo es un clásico: 'Cocina para pobres', de Alfredo Juderías (Ed. La Galería del Libro). Porque lo que hay dentro de él, recetas españolas de toda la vida, sencillas, domésticas, es básicamente cocina de supervivencia y de aprovechamiento. Muchas recetas, de hecho, incluyen como ingrediente "y lo que se tenga", que es como funciona la cocina casera por antonomasia, con lo que haya disponible en ese momento. Desde milagrosas sopas que se sostienen sobre tres ingredientes hasta los guisos más sencillos a la par que imaginativos. Cuesta 18,99 euros en la web de La Casa del Libro.

Fuente: http://ow.ly/7I0u30quFVx